Kaska se encuentra a las puertas de la muerte: fiebre, heridas… Lo llevamos a duras penas hasta lo que parece un asentamiento.
Aquiles divisa en la hondonada todo el lugar seco, con cadáveres y un ambiente desértico impropio de Redania. A lo lejos hay un pueblo en el que se ve humo saliendo de las casas y un cúmulo mayor, más oscuro.
Según nos acercamos al pueblo, contemplamos la sequía, llamándonos la atención la humareda más grande que las demás. Empezamos a escuchar voces y decidimos entrar. Avanzando, Torbran reconoció la posada y Aquiles se da cuenta de que no hay animales y que el abrevadero está vacío. Las voces se escuchan en el centro del pueblo. Entramos en la posada con intención de curar a Kaska y evitar nuestra deshidratación. Se asoma una mujer con una cicatriz en el rostro, mas éste nos resulta simpático.
La mujer, llamada Samira, nos recibe preocupada y acepta tratar a Kasca. Lo ponemos en una mesa, va a por una toalla húmeda además de un par de botellas, pues Torbran tiene la necesidad de empezar a beber ron de Skellige pero tendrá que esperar un poco más y saciar su sed con otro tipo de ron.
Mientras Samira trata a Kaska, lo sujetan Torbran y Aquiles por si, con el forcejeo, descubre que Athil y yo somos elfas. Samira maneja hábilmente el cuchillo mientras realiza un drenaje a Kaska. Se le nota preocupada mirando de vez en cuando la puerta y también trabaja en el drenaje, por lo que le pregunto si le ocurre algo, su respuesta es que Kaska es el menor de los problemas y que ya nos contará.
Después de un intento estrepitosamente fracasado de seducción por parte de Aquiles hacia Samira, nos sube a una habitación para contarnos que están quemando gente en el centro del pueblo y es culpa de los que forman parte del “Fuego eterno”.
Torbran bebe su ron y salimos hacia la hoguera. Escucha la voz de una mujer desesperada que intenta hablar y es interrumpida constantemente por la voz de un hombre. Se acerca y divisa un grupo de gente y Athil se adelanta sigilosamente entre la multitud. Al ir avanzando me doy cuenta de que está el que creo reconocer como mi antiguo mentor, Adam, y grito: “Qué pasa aquí?!”. Todos se giran y el sacerdote que parece ser el líder de los seguidores del Fuego eterno reconoce mi acento, me llama hereje y mi ira va en aumento viendo que están quemando a los de mi raza. Aquiles va preparando el arco al mismo tiempo que Athil reacciona cuando ve un hombre con una antorcha e intenta apagarla. Con una mezcla de magia, ira y una enorme intensidad elemental, consigue lanzar un hechizo muy potente para apagar la antorcha y salir despedida junto con el brazo que la sujetada, Athil incluida. Con los ojos puestos en ella, todos se preparan para la batalla.